Armando Planchart Franklin: un legado forjado desde el silencio, el trabajo y la generosidad – Parte 8
Azier Calvo
agosto 9, 2022

Este ensayo, en doce entregas sucesivas, forma parte del esfuerzo de la Fundación Anala y Armando Planchart por difundir las múltiples dimensiones de Armando Planchart Franklin. Con estas entregas, pretendemos rescatar la historia de uno de los personajes que hizo posible la modernidad de Venezuela y su impacto en la obra arquitectónica de la capital

 

Todo hobby tiene un sentido

Cultivar orquídeas, practicar la cacería y coleccionar arte

 

Mucho se ha escrito acerca de hasta qué punto las aficiones de Armando Planchart y su esposa Anala tenían un sesgo individual o, por el contrario, con el tiempo se entremezclaron y fusionaron sin encontrar claras diferencias entre lo que le correspondía a cada uno. En conversación sostenida con el reconocido arquitecto Carlos Gómez de Llarena, muy vinculado a los Planchart y al matrimonio desde que estudiaba arquitectura en los años 1960 [1], comentará que a Anala le interesaba más la arquitectura y el arte, así como todo lo relacionado con el espacio interior, mientras Armando se dedicaba a los negocios y a las actividades al aire libre [2].

El caso del cultivo y cuidado de orquídeas es un claro ejemplo en este sentido. Armando, quien tenía una inclinación más clara que Anala hacia la vida campestre, sería quien daría inicio a esta hermosa y demandante costumbre de cultivar, cuidar, cruzar, coleccionar y presentar en eventos nacionales e internacionales ejemplares de la flor nacional, cuya versión color violeta intenso y corazón púrpura, llamada Cattleya Mossiae, ya era conocida como “Flor de mayo”[3].

Cattleya

Orquídea Cattleya Mossiae

Justamente por esas fechas, cuando aún vivían en la quinta “Guari” de la avenida Los Pinos de La Florida, que contaba con un amplio jardín, ya se registra la inclinación de Armando, quien logró tener allí cerca de 2000 plantas que serían parte importante dentro de las determinantes que Gio Ponti tomaría en cuenta para el diseño de El Cerrito (Villa Planchart), donde el número crecería aún más. También serían un elemento de clara inspiración para el arquitecto italiano, quien, interesado por la exótica exigencia de prever espacio para las plantas, desde entonces haría de los motivos florales parte importante de la correspondencia que intensamente sostendría con el matrimonio, la cual devendría en el diseño de la casa y su inseparable, aromática, colorida y variada acompañante vegetal.

Hannia Gómez comenta: “Armando y Anala Planchart las amaban. Empezaron a ser coleccionistas desde fines de los años cuarenta, cuando la señora Planchart fue presa de la nostalgia del exquisito patio colonial cultivado de orquídeas de la desaparecida casa de sus padres. Entonces decidieron adquirir una colección completa y dedicarse a aumentarla y mejorarla. En El Cerrito se conservan todavía ejemplares de esta colección original, que hoy alcanza unas dos mil especies distintas provenientes de todas partes del mundo” [4].

La descripción que Gómez hace de cómo Ponti consideró la ubicación de las plantas de orquídea, y luego su floración, como elemento fundamental dentro del diseño de Villa Planchart es digna de ser consultada.

Colección de orquídeas

Copyright: Efrén Hernández Arias / Colección de orquídeas al interior de Villa Planchart.

En tal sentido expresa: “Ya en el primer esquema trazado en Via Dezza, al emplazar la villa, solitaria y perfecta en la cima de la colina, Ponti había tomado la tajante decisión de alejar los orquidearios de la casa. Los orquidearios, mas no las orquídeas. Los cinco grandes viveros, colocados como tras bastidores, se hallan construidos en el perímetro de la propiedad, calzados en la topografía y unidos por una larga caminería. (…) Así, se crea una singular promenade plantée, oculta de la vista del visitante. Las orquídeas funcionan allí. Cuando florecen se suben a la casa; antes de que una flor se marchite, es reemplazada por otra que acaba de florecer. Esta fue la estrategia pontiana para la invención del más surrealista invernadero de la historia de la arquitectura moderna. Una fábrica de orquídeas. Un Deus Ex Machina floral”.

La dedicación de Armando Planchart en vida a sus plantas de orquídea fue proverbial. Siempre durante sus recorridos por el mundo estuvo pendiente de recolectar especies de otras latitudes y realizar los correspondientes cruces. A ello cabe agregar su participación en los Salones Nacionales de la Orquídea organizados por la Sociedad Venezolana de Ciencias Naturales, lo que le valió más de un premio en exposiciones nacionales e internacionales hasta el punto de llegar a tener “una orquídea que le es dedicada, la Armando planchartiis, de pequeña flor color morado intenso, una especie de versión en miniatura de la flor nacional …”[5], y el haber contado con la más grande y hermosa colección venezolana de la exótica flor. Es por ello que en un momento dado se le nombra “Protector de la Asociación Venezolana de Orquideología”.

Tras la muerte, si se quiere prematura, de Armando, Anala continuará mimando aquel legado con el mismo cariño con que lo hizo quien lo fortaleció y enriqueció durante casi treinta años, garantizando que su preservación se mantuviera hasta la actualidad.

Sin alcanzar los niveles de excelencia al que se llegó con el cultivo de orquídeas, tanto Armando como Anala sentían una particular atracción por las aves en general y los pájaros en particular, mostrando gran interés por conocer sobre ornitología, para lo que contaron siempre con los sabios consejos de los Phelps, con quienes por tal motivo entablaron una cordial amistad. Tanto en sus casas caraqueñas como en “Churuata”, su casa de playa en Tanaguarena, tenían dispuestos amplios lugares para el cuidado y disfrute de las más variadas especies. Se cuenta incluso que Armando intentó criar en “Churuata” faisanes sin que tengamos constancia de sus resultados tangibles. Sin embargo, no está de más dejar este apunte como registro de otro hobby que, sumado al ya relatado y al que a continuación mencionaremos, aproximó a Armando Planchart a la Sociedad Venezolana de Ciencias Naturales, de la que llegó a ser presidente en 1954.

Existe otra de las aficiones de Armando Planchart, en este caso no exenta de polémica, que también apuntó a altos niveles de compromiso con el coleccionismo de especies animales que en el país no sería posible encontrar: la cacería.

Armando Planchart en África

Armando Planchart de cacería.

Este hobby, altamente cuestionado hoy en día, que originó la organización de safaris en el África, de los cuales no se sabe a ciencia cierta cuántos fueron o si los mismos, se confunden con los viajes que Armando y Anala llevaron a cabo a aquel continente, tendrá su punto culminante en el realizado entre enero y marzo de 1950 a Kenya, para entonces colonia inglesa, el cual se ha equiparado por su magnitud, despliegue técnico y orden milimétrico con el realizado años antes por el Aga Khan III. El viaje se planificó de forma tal que los animales producto de la faena serían embalsamados completos para luego ser donados al Museo de Ciencias Naturales de Caracas, donde fueron dispuestos en ambientes cerrados, reconstruyendo su hábitat natural.

Salón Africano Museo de Ciencias

Animales al interior del Museo de Ciencias Naturales de Caracas

Según consta en el informe del safari escrito por Armando Planchart, conservado en los archivos de la Fundación Anala y Armando Planchart, el matrimonio fue acompañado en aquella partida de caza por Herman Roo y su esposa Inés y Gustavo Cotton, siendo los tres hombres los encargados de hacer la batida. Para la misma, al llegar a Nairobi ya se encontraba todo lo necesario listo y preparado: 3 camiones para el equipaje y material de apoyo y 3 automóviles de cacería.

En el informe se detallan los insumos que sirvieron de apoyo a la comitiva para permanecer dos meses en la sabana africana, la forma como se seleccionaron los animales objeto de la búsqueda (muchos de ellos de gran tamaño), la manera como se llevó a cabo cada sesión de cacería y, finalmente, el modo como fueron tratados con miras a su posterior embalsamamiento.

“Una vez terminado el Safari, los animales se dejaron en Nairobi, donde un taxidermista preparó las pieles y una vez listas se embarcaron a NY por el puerto de Mombasa. Luego de esta larga travesía, se prepararon las pieles de nuevo en los Talleres de Jonas Brother Studios de New York.

Taller Jonas Brothers

Taller Jonas Brothers, New York.

En estos talleres se fabrican los animales en un material plástico, a prueba de insectos y con base en las medidas de los huesos de los animales que se habían entregado previamente. Con este proceso los animales se preservarán por muchísimos años. Luis Paul Jonas, escultor y taxidermista, fue el mejor recomendado para estos trabajos en Estados Unidos y ha preparado animales para los museos de Chicago, San Francisco, Boston y otros” [6]. Valga añadir que este trabajo fue totalmente costeado por Planchart.

Louis Jonas

El taxidermista Luis Paul Jonas modelando un tigre

El que fuera denominado “Salón Africano” del Museo de Ciencias Naturales de Caracas, compuesto por 47 ejemplares completos apoyados en arena traída directamente de Kenia, fue considerado en su momento como el que contó con “el grupo de animales más grande del mundo” [7] y, dada la envergadura de los mismos, el que tuvo la mayor vitrina dada la diversidad de especies. Fue ambientado con pinturas y murales que recreaban el territorio donde se hizo la cacería a cargo del artista de origen hebreo Ignacio Imberman y el pintor catalán Eduardo Xandri, quienes se apoyaron en fotografías del lugar tomadas por Planchart que también dieron pie a la realización de una maqueta.

Salón africano Museo de Ciencias Naturales Caracas

Salón Africano, Museo de Ciencias Naturales de Caracas

El montaje y disposición de las piezas fue realizado en dos visitas a Caracas por Louis Paul Jonas. “Una vez listos los animales y todo el proyecto de la bóveda, se lo enseñé al titular del Ministerio de Obras Públicas Gerardo Sansón y el gobierno ordenó hacer por su cuenta la ampliación del Museo, que indudablemente ha quedado muy bien” [8], concluye Planchart para cerrar el informe.

Otros de los trofeos de caza, pocos pero curiosos y raros, los reservó Planchart para la biblioteca de sus casas particulares, primero “Guari” y luego “El Cerrito”, lo cual originó una de las pocas discrepancias que se recuerdan con Gio Ponti en el diseño de la segunda. A Ponti no le simpatizaba para nada la idea de que en su magna obra se colgaran las piezas de caza del empresario, que juzgaba del todo desagradables. Así, en el despacho de Armando, una habitación de líneas puras que además tenía un tapiz de Joan Miró, a Ponti no se le ocurrió otra cosa que diseñar dispositivos giratorios que permiten ocultar las cabezas de hasta seis antílopes, impalas e incluso un amenazante búfalo detrás de algunos falsos armarios, pudiendo admirarse sólo al accionar un interruptor que los hace girar lentamente, pasando a convertirse el estudio temporalmente en una de las salas del Museo de Ciencias Naturales de Caracas.

Croquis biblioteca Villa Planchart

Dibujo de Ponti de la Biblioteca de Villa Planchart.

Origen cuestionable y destino valorable son las conclusiones que quedan del evento más importante vinculado a la afición por la cacería de Planchart, el cual no podía ser pasado por alto en este trabajo.

Otro capítulo interesante se abre tras la condición de los Planchart de viajeros empedernidos y coleccionistas selectivos de piezas que provenían de sus andanzas y que poco a poco se fueron refinando de acuerdo a las pautas que les dictó su mudanza a El Cerrito. Todo ello asociado a su afán por mantenerse al día aún mientras residían, sedentarios, momentáneamente en Caracas, marcó la pauta frente al resto de los caraqueños ilustrados de su generación.

Como ya hemos señalado en otra ocasión, a esta especie de compulsión por conocer el mundo se puede sumar la afición de Armando Planchart por la fotografía, que también supo poner en práctica en el plano familiar y en la realización de retratos de muy buena calidad. No es casual que en cada una de sus casas Armando siempre contara con un cuarto oscuro donde él mismo revelaba sus fotos, y en El Cerrito buena parte de las fotos que se tienen de los viajes y el entorno familiar fueran tomadas por él. Como demostración de ello, vale la pena rescatar que si hay un rincón verdaderamente familiar en Villa Planchart es el conformado por las puertas de los closets del vestier de Armando, tapizado por las fotos en su mayoría de su autoría, que recogen personajes y episodios entrañables de su vida a través del lente de la cámara manejada por un individuo talentoso.

colección Villa Planchart

Colección de objetos de Villa Planchart

En cuanto a la vena coleccionista presente en cada uno de los hobbies que hemos destacado, ella tiene una particular incidencia cuando se trata del mundo cultural y se manifiesta a través del contacto con el arte. Si bien este era el territorio en el que Anala se movía a las mil maravillas por haber sido formada en un ambiente donde la sensibilidad estuvo siempre presente, a la larga salpicará de manera importante a Armando. Anala pintaba en sus ratos libres y con el tiempo le hizo ver a Armando la importancia de codearse con gente del mundo del arte —entablando con algunos de ellos una franca amistad— hasta el punto de ser ambos responsables del surgimiento de los ya mencionados Salones Planchart, así como de ir poco a poco adquiriendo piezas de valor provenientes de diferentes partes del mundo, de lo cual la Villa Planchart es una clara muestra[9].

[1] Gómez de Llarena en 1965 contraería matrimonio con Ana Luisa Figueredo Planchart, sobrina de Armando, del cual tuvieron dos hijos: María Fernanda y Carlos Javier.
[2] Carlos GÓMEZ DE LLARENA, “Conversación”, grabada vía Zoom el 15 de septiembre de 2021.
[3] La orquídea fue nombrada flor nacional el 23 de mayo de 1951 por decreto presidencial del entonces presidente de la Junta de Gobierno Germán Suárez Flamerich,
[4] Hannia GÓMEZ, “L’orchidea-farfalla II. Orquídea”, op. cit.
[5] Hannia GÓMEZ, op. cit. p. 223.
[6] Armando PLANCHART, “Safari a África”. En: Archivo de la Fundación Anala y Armando Planchart, 1950, mimeo.
[7] Ibídem.
[8] Ibídem.
[9] Véase Hannia GÓMEZ, “Catálogo razonado”, op cit. pp. 272-312.