Los jardines

Los jardines de Villa Planchart, por Elías González Sanavia

La presencia de la Villa Planchart, cual acrópolis caraqueña, es percibida desde varios puntos de la ciudad como anuncio de un manifestación arquitectónica prominente. Al aproximarnos a esta Villa modernista por excelencia, se denota un enclave controlado basado en una tectónica determinada por una serie de muros sinuosos de piedra, que definen las terrazas en donde se acomodan casa y jardín; generando un balance muy cuidado entre lo construido y lo natural. Si bien desde la lejanía, la masa del bosque circundante predomina, al aproximarnos empezamos a diferenciar y a percibir los elementos que lo conforman y sus características particulares. Al entrar en la residencia Planchart, la vivencia del paisaje comienza a través de un paseo o promenade que nos lleva a descubrir un conjunto de experiencias cognitivas y sensoriales muy especiales que nos hablan de la estrecha relación que existió desde el origen del proyecto entre Gio Ponti y sus clientes: Armando y Anala Planchart.

Los Planchart estaban muy conscientes de sus deseos y necesidades para su nueva residencia así como para sus jardines, solicitudes que fueron recibidas y comprendidas por Ponti a cabalidad. De este entendimiento siempre estuvo presente la sensibilidad en responder al contexto tropical y a la ubicación de la casa para desarrollar una serie de relaciones internas-externas de la misma con sus alrededores. Entre las primeras peticiones de Armando y Anala estaba la de disfrutar las amplias vistas hacia el imponente cerro El Ávila sin la necesidad de salir de la casa para ello; así como también el de albergar en ella la amplísima colección de orquídeas que poseían para ese momento.

En los primeros estudios y bocetos desarrollados por Ponti para la casa, ya se distinguía su entendimiento de la ubicación y su contexto circundante, al identificar dentro de los planos presentados, las relaciones visuales de los diferentes espacios de la casa con el exterior y en especial con la montaña; fácilmente legibles al ver la simbología de flechas que utilizó en el interior de la casa, que como «guías a nuestras miradas», nos conectan con el espacio exterior.

Siendo su foco central el diseño de todo lo concerniente a la casa, desde los espacios, los muebles y hasta los utensilios, Ponti también tuvo ideas claras sobre la concepción del jardín basadas en referencias culturales propias según las cuales, como él bien afirmaba, el jardín debía entenderse como creado, no diseñado, es decir, su concepción debía responder con criterios y sensibilidades a las condiciones del lugar. Esto permitió la autoría compartida con los clientes, donde ellos llevaron la batuta en la decisión y definición de todos los jardines de acuerdo a sus necesidades, criterios y gustos particulares.

Los jardines de Ponti

Ponti establece las relaciones entre el espacio interno y el espacio externo a través de tres gestos arquitectónicos principales dentro de la casa. El primero, a través de la definición de grandes ventanales que enmarcan las visuales hacia el exterior, de tamaños y ubicaciones diferentes en la fachada; el segundo, a través de la definición de terrazas insertas dentro del volumen de la casa, como espacios intermedios de tres fachadas cerradas y una abierta; y el tercero, a través de la definición de un patio interno con todas sus posibilidades de relación e intercambio. Los ventanales y las terrazas permiten vistas panorámicas segmentadas así como focos puntuales dentro del jardín, por lo que la percepción de paisaje va de vastas visuales de la ciudad a detalles específicos en los jardines. El patio interno no solo ofrece las características esperadas de ser un segundo frente de luz y circulación de aire, sino que aloja, en su cara ciega, un grandioso mural cerámico de Fausto Melotti que se extiende a ambos espacios laterales del patio, dentro de la casa. Una fuente central llena el espacio con sonidos y reflejos y, además, aunque pocas veces percibida, una apertura central en el techo permite, de acuerdo al comportamiento del cielo, sensaciones visuales variadas, que maravillan por la grata sorpresa de la experiencia.

Las plantas se introducen en la residencia de diferentes maneras. Empezando en el patio interno con ejemplos resaltantes de PhillodendrumLeea y Aglaonema diversas sembradas directamente en el suelo, luego a través de colgaduras en las paredes de la terrazas intermedias, donde se disponen en la época de floración parte de las orquídeas colgantes de la colección, como Dendrobium y Vanda, y finalmente como elementos escultóricos dentro de la casa, muy a la usanza de la época. Para estas últimas, Ponti estudia cuidadosamente la ubicación de espacios dentro de los pavimentos policromados para acomodar ejemplares importantes de malangas (Monstera) y helechos (Nephrolepis, Adiantum, Platycerium). Y pone especial énfasis en la concepción de una serie de estructuras especiales (pedestales, macetas rectangulares, receptáculos colgantes) diseñadas para acomodar dentro de la casa las orquídeas en floración. Entre todos estos elementos se destaca sin duda una amplia bandeja suspendida elegantemente por patas delgadas, entre el salón central y el comedor principal, en donde se colocan las orquídeas de diversos géneros, principalmente los grandes híbridos de Cattleya, Brassavola y Laelia, escondiendo los potes de barro prominentes y destacando lo importante de cada planta. Este dispositivo permite el cambio constante de plantas, lo que conlleva a experiencias diferentes de color y aroma en cada visita a la residencia.

El espacio intermedio

La transición como espacio intermedio residencia-jardín fue referenciado por Ponti de manera discreta pero definida. Tanto para la entrada principal como para la salida del salón central hacia el jardín norte, la conexión se establece a través de un conjunto de escalones volados de anchos generosos, sin barandas ni bordes laterales, que llegan a pavimentos formales, para el caso de la primera, y a un entorno informal, pavimentado por grandes lajas sobre tierra, para la segunda. Esta sencillez de estructura establece un paso directo entre el objeto altamente diseñado y pulido con su ambiente informal y en cierto modo natural. Otro elemento importante asociado a esta transición es el espejo de agua ubicado en la entrada principal, cuya forma ovalada evoca el pétalo de una flor de loto en donde habitan plantas de nenúfares (Nymphaea) variados. Un último aspecto es la presencia curiosa de piedras adosadas a la base de la residencia en la fachada norte y que bajan hasta el salón de juegos de manera caprichosa, como evidenciando un abrazo entre lo natural y lo construido.

La tectónica prominente…

Como resultado de un proceso para conseguir un entorno organizado y controlado, todos los elementos naturales y construidos de El Cerrito están ubicados dentro de un sistema de terrazas definidas por muros sinuosos revestidos de canto rodado. Estos muros se acoplan perfectamente a la topografía natural de la meseta, creando una serie de terrazas planas desde su base hasta el tope, donde se acomodan los jardines, senderos, estacionamientos, largas estructuras destinadas a albergar a las colecciones vivientes de los Planchart y, por supuesto, la casa y sus espacios circundantes.

Estos muros, presentes desde la entrada misma a la residencia, nos acompañan a lo largo de la vialidad principal hasta llevarnos a descubrir la residencia en sí y su vasto estacionamiento, sobre el cual, el arquitecto Graziano Gasparini, colaborador del arquitecto Ponti durante la construcción de la casa, contribuyó con el diseño de los pavimentos, como alegoría a nuestros cielos nocturnos: una mezcla particular de formaletas de concreto con la impresión de estrellas, lajas de piedra irregulares y piezas circulares de dos tonos, claras referencias a las fases lunares.

Existen otros elementos construidos que han tomado la materialidad de la tectónica presente a través del uso de la ubicua piedra azul, con cierto grado de informalidad y hasta espontaneidad, tales como escaleras de anchos variables con peldaños sueltos y superficies de grandes lajas irregulares, «sembradas» directamente en la tierra, todos correspondientes al uso de un lenguaje natural intencionado para los exteriores.

Un aspecto muy interesante, que corresponde al entendimiento de Ponti de concebir la Villa como una obra integral, es el de la disposición de la casa en la última gran terraza, el tope de la meseta. Existe un equilibrio entre la casa en sí, de amplias dimensiones, y las áreas circundantes abiertas, tanto construidas como naturales, que establecen un marco absolutamente proporcionado y balanceado entre todos los elementos allí presentes.

El dominio de Anala y Armando

La gran sensibilidad de los Planchart hacia las manifestaciones estéticas emprendidas en la casa y sus objetos se evidenció con creces a la hora de crear el jardín de El Cerrito, donde las decisiones tomadas no solo correspondieron a respuestas por las condiciones del lugar sino al disfrute de experiencias y vivencias dentro del jardín, con un claro entendimiento de los tiempos necesarios para lograrlos, como la clara formación y paciencia de quien cultiva orquídeas.

En términos de clasificación, podemos afirmar que existen dos tipos de jardines en Villa Planchart: aquellos próximos a la residencia, de uso intensivo e inmediato, con grandes extensiones de engramados a dos niveles y con arbustos perimetrales y divisorios; y aquellos conformados por el bosque presente en las terrazas inferiores.

El conjunto de vivencias que visualizaron los Planchart en sus jardines van desde experiencias en largos recorridos hasta la determinación de puntos focales. De estas experiencias podemos destacar la alameda de rosa de montaña (Brownea macrophylla) sembrada por Anala desde la entrada de la residencia hasta la llegada a la casa en sí, que no solo hace honor al uso de la flora nativa sino que gratifica con creces al espectador durante la temporada de floración, con sus inflorescencias rojizas de alta belleza. O el uso de los grandes muros de contención al subir hacia la residencia para acomodar las «otras» orquídeas de la colección, aquellas de origen nativo y una que otra exótica, que se adaptan maravillosamente al ámbito abierto. Las especies Oncidium sphacelatum y Schomburgkia undulata son solo dos de los ejemplos que colocados en grupo repiten la sensación que aporta una masa de color y abundancia.

Otra determinación de siembra por parte de los Planchart, y como respuesta a las relaciones internas-externas de Ponti, fue la ubicación de un grupo de amapolas amarilla (Plumeria rubra) justo frente a una de las terrazas insertas de la casa, como focalización de un evento determinado que ocurre solamente por algunas semanas al año.

Luego vienen una serie de decisiones de siembra con criterios claros con base en efectos y soluciones necesarias: la arborización de la plazoleta de estacionamientos con dos magníficos samanes (Samanea saman), sugeridos desde el principio por Ponti, cuya copas actuales proveen de la sombra necesaria para cubrir las dimensiones de dicho espacio; la incorporación de un gran mamón (Melicoccus bijugatus) en la entrada como elemento puntual de copa resaltante; luego, la selección de árboles ornamentales como las jacarandás (Jacaranda mimosifolia), los araguaneyes (Handroanthus chrysanthus), las trinitarias arbóreas (Bougainvillea arborea) y las acacias flamboyant (Delonix regia), cuya siembra se extiende fuera de los límites de la parcela para aumentar la extensión visual del impacto floral. También en la búsqueda de experiencias sensoriales se sembraron árboles de olor como las malaguetas (Pimenta racemosa) y las anteriormente mencionadas amapolas.

Mijaos (Anacardium excelsum) y naranjillos (Bravaisia interregima) fueron selectivamente ubicados en las laderas del oeste para proteger a la casa del sol inclemente del atardecer, sin comprometer las condiciones indispensables de luz para los viveros de orquídeas adyacentes.

En cuanto a los arbustos existentes, si bien están presentes en todos los jardines, su presencia es sin duda aleatoria y si se quiere errática, sin embargo, llama siempre la atención el encuentro de especímenes desarrollados y en óptimas condiciones, como el helecho nido de ave (Asplenium nidus) en lugares sombríos o las grandes masas de uña de danta (Philodendron bipinnatifidum) de marcada exuberancia.

Una última referencia es a la existencia, ya pasada, de dos chaguaramos (Roystonea venezuelana) que simbolizaron, como homenaje altivo, a los señores de Villa Planchart.

Las colecciones vivientes

Las aficiones de los Planchart, específicamente sobre sus extensas colecciones de flora (orquídeas) y fauna (aves), ameritó la construcción de una serie de estructuras metálicas, viveros y jaulas, para su albergo. Estas estructuras fueron acomodadas acertadamente en las terrazas inferiores del oeste de la meseta, donde sus formas sinuosas se acoplaron perfectamente a la topografía existente, con una integración visual acertada que minimiza su presencia, sin comprometer las condiciones de luz directa y circulación de aire necesaria para el desarrollo de las colecciones. Cuatro de las estructuras están destinadas a las orquídeas, Vandaceas en el primero, el más soleado. Cattleyas, Laelias y sus híbridos para el resto. Bajo el mismo esquema se crean otras jaulas para las colecciones de aves nativas y exóticas, de las cuales solo dos fueron diseñadas por Ponti: tres bellas jaulas cilíndricas con remates en el techo muy característicos de su estilo modernista y una pequeña jaula de techo invertido destinada actualmente para las cacatúas Ninfa (Nymphicus hollandicus). Por otro lado, un conjunto de pérgolas elevadas localizadas en diversas terrazas, fueron destinadas para albergar plantas trepadoras cuya floración pudiera ser percibida como planos horizontales desde los niveles superiores de la residencia.

A modo de cierre

Villa Planchart es sin duda una obra integral de nuestro modernismo contundente, producto de una relación de entendimientos entre un diseñador acucioso y unos clientes posicionados a la altura de sus tiempos. El recorrido por sus jardines supone un constante flujo de vivencias, reflejo de un dominio de alto nivel sobre el manejo del paisaje y sus consecuencias: el control de la luz (sombras y tamices), de lo sensorial (color y fragancias) y de lo espacial (densidades y ligerezas), nociones que aportan el éxito a una obra especial, tan anhelada por su dupla creadora.