Art and Furniture

El habitar como síntesis de las artes, por Elina Pérez Urbaneja

Cuando en Venezuela se menciona la «síntesis de las artes», pensamos inmediatamente en la Ciudad Universitaria proyectada por nuestro gran Carlos Raúl Villanueva como obra monumental del modernismo latinoamericano construida entre los años cuarenta y cincuenta del siglo XX.

Los magníficos espacios de la Universidad Central de Venezuela, en los que se funde la arquitectura con las obras de arte, formaron parte de un megaproyecto impulsado por el Estado venezolano en la época de próspera productividad petrolera. Esta síntesis de las artes en una institución académica pública, fue concebida para el disfrute colectivo.

Entretanto, en la escala del espacio residencial privado, la otra obra maestra de la síntesis de las artes erigida en Caracas es la Villa Planchart, cuyo diseño fue encomendado por Armando y Ana Luisa Planchart al maestro milanés Gio Ponti, tras conocer su trabajo en las páginas de la revista Domus.

La casa destaca por numerosas cualidades. Además de estar enclavada en la cima de una colina del sureste caraqueño que le dota de una vista panorámica de 360 grados de la ciudad y estar rodeada por exuberantes jardines tropicales, esta versión tropical de la casa mediterránea es el receptáculo de un interiorismo en clave moderna, acorde con el mobiliario y demás objetos funcionales y decorativos que a la vez sintonizan con la colección de arte. La Villa Planchart es en sí la materialización de la filosofía pontiana del habitar como síntesis de las artes que además, proclama la necesaria convergencia entre arte e industria que llevó a la Italia de la postguerra a fortalecer su producción en serie con la incorporación del diseño. Desde aquellos instantes, el mundo fue testigo del nacimiento del Italian Style que se convirtió en un signo identitario.

Ponti, diseñador

Como diseñador, Gio Ponti trabajó para 120 compañías, asevera Alice Rawsthorn del New York Times, como dato que rinde cuenta del prolífico aporte del milanés a este campo en el que fue mucho más allá de la praxis, pues le dio peso intelectual al diseño a través de su labor editorial en las revistas Domus y Stile. Entre su pensamiento resaltan afirmaciones como la siguiente: «Se dice que la forma corresponde a la funcionalidad, estoy tentado a decir que no, que la forma es un aporte de nuestro ideal, independiente de la función».

En sus escritos, Ponti rescataba al diseño de ser considerado una disciplina meramente comercial. Por cierto, una postura muy diferente a la estadounidense. En Villa Planchart es posible ver productos diseñados por Ponti para fabricantes que fueron constantes en su cronología profesional, como Richard Ginori, Cassina, Olivari y Arredoluce. Estas firmas italianas exhiben como sello la incorporación del artesanato de alta calidad en sus procesos de elaboración, lo cual se tradujo en la integración de tradiciones centenarias a la modernidad.

Tal impronta pasó a ser parte de la sintáctica del diseñador, quien se sintió atraído por la especificidad de los materiales y el logro de la excelencia con su correcto empleo, no exento de retos creativos. Fuera de las fronteras italianas, Ponti diseñó para las compañías estadounidenses Altamira, Ideal Standard, Modernfold, Reed & Barton, las francesas Christofle, Cartier y la alemana Krupp, entre otras.

Los asientos

De la casa como proyecto, nacieron los más eficientes diseños de Ponti, que forman parte de un concepción humanística. Entre esos diseños destacaron las sillas, consideradas la gran obsesión del design intaliano.

Villa Planchart está equipada con varias sillas creadas por Gio Ponti, comenzando por la «438», fechada en 1950 como un producto del catálogo de Cassina, que fue denominada jocosamente por Anala Planchart «la silla de cobrador», debido a su peculiaridad estilística: el espaldar alto totalmente en vertical con tres peinazos en forma de equis, que no le otorgaban la comodidad como para un dilatado descanso, sino más bien para estar sentado por un «ratico». Estos son los asientos ubicados en el vestíbulo, como anfitriones.

En otros espacios se encuentran tres tipos de la célebre «Superleggera» (1955), pieza icónica inspirada en las sillas Chiavari llamada por Ponti la «silla-silla», en la que concretó la idea estructural de la levedad, hasta el punto de que el anuncio publicitario mostraba la foto de un niño levantando una «Superleggera» con un dedo meñique a modo de garfio. En El Cerrito está presente la versión original de madera con asiento tejido en fibra de rafia, la variante con asiento forrado en semicuero y la «Dominó», cuyo cuerpo está pintado en blanco y negro.

En el cuarto de juego, se encuentran las «Sillas periódico», que resultaron del trabajo colaborativo con el delirante Piero Fornasetti. En total son 8 sillas impresas con las primeras planas de  El Nacional, El Universal, Ultimas Noticias, El Heraldo, Panorama, The Daily Journal, El Morrocoy Azul y la revista Élite.

Entre los muebles hay variedades de poltronas, varias de ellas colocadas en el estudio como «Lotus» (1955) –también conocida como «Lisa»–, el diván «Mariposa» (1957) y la poltroncita individual «Round» o Nº 852 (1957). En las habitaciones se encuentra «Distex» (1953), que en la actualidad es producida y comercialiazda por la casa Molteni. Como curiosidad vale destacar que «Distex» fue diseñada por Ponti para su propia residencia en la Vía Dezza, en Milán.

Las mesas

El mobiliario creado por Gio Ponti es ligero y eficiente. Algunos poseen piezas movibles, como las «coffee tables» o mesas de centro reconfigurables por medio de paneles articulados con bisagras que ideó para Altamira y Singer & Sons.

En el salón principal de la Villa, también se hallan mesas auxiliares en las que se explora la relación entre la robustez de la estructura metálica con la que se trazan diseños radiales o reticulares que se aprecian a través de la transparencia del vidrio colocado en el tope. El comedor tropical, de uso diario, es dominado por una larga mesa de tablero de madera en forma octogonal que parece flotar sobre dos bloques de mármol −uno blanco, el otro negro−, mientras que para el gran comedor –el de los banquetes especiales–, el proyecto ejecutado por Giordano Chiesa fue más complejo, pues involucró una serie de mesas para usar juntas a manera de gran mesón, o separadas, a las que se les incorporó un sistema que permite subir y bajar la superficie superior.

Las luminarias

En el universo creativo pontiano también emergieron varias luminarias, principalmente hechas por la marca Arredoluce, como «Lelli» (1957), una larga pieza en bronce colocada en el gran comedor o la «Pirellina» (1967) que formó parte del catálogo de Fontana Arte. Diferente es el concepto de los «Cuadros Luminosos» (1957), que perseguían el sueño de traducir la materia misma en luz. En ellos, la lámpara se convierte en un objeto de arte en el que la luz escondida se revela por medio de las sombras que se reflejan sobre la superficie articulada por elementos de corte geométrico. A la final, se puede apreciar un efecto de suspensión de dichos elementos.

Otros objetos utilitarios

«Estoy feliz que Anala haya comprado los cubiertos Reed & Barton. Esto es una prueba más que ustedes son fieles al Gio, y estoy conmovido», escribió Ponti en una de las cartas enviadas a «Analarmando», el nombre que asignó a sus amigos, los Planchart.

Esta anécdota revela cómo era esa relación que fue mucho más allá de lo práctico y lo material, trascendiendo hacia la unión de entrañable amistad. Los venezolanos se hermanaron a la familia del arquitecto italiano de tal manera que ese amor fraguó en la energía de una casa coherente y de absoluta fidelidad a Ponti, pues todos sus elementos fueron consultados, incluso la adquisición de los objetos utilitarios y los decorativos.

Los cubiertos citados al inicio de este apartado son el juego «Diamond», que solía combinarse con las vajillas dedicadas Gio Ponti per Analarmando, las cuales fueron elaboradas por Richard Ginori en 1960, empresa para la que el arquitecto trabajó entre 1923 a 1939. Allí fue que se enamoró de la cerámica, la cual consideraría un material maravilloso e incorruptible.

Las vajillas poseen el encanto de la personalización, pues en algunos platos de la vajilla blanca de borde dorado, se colocó la síntesis gráfica de la fachada norte de la Villa Planchart, mientras que en la colección de platos segnaposto –todos distintos– se ha puesto la «A»  inicial de los nombres de los dueños de la casa y las figuras del sol y la luna menguante, como símbolos masculino-femenino del matrimonio Planchart, rodeados de diferentes combinaciones cromáticas.

Otros artefactos funcionales que señalan a Ponti como un diseñador polifacético son los picaportes llevados a cabo por Olivari: «Cono» (1954), ubicado en las puertas señoriales y «Coltello» como manija para las puertas de servicio de la casa, así como las piezas sanitarias «Ponti Series» fabricadas por Ideal Standard, que fueron instaladas en los baños.

Y en otro orden se halla el mobiliario único, diseñado a la medida, pero con las constantes formales del repertorio pontiano, como las cabeceras-tableros ubicadas en las habitaciones o el gran mueble para la biblioteca, cuyo antecedente fue el cuarto mecanizado presentado en 1950 en los Estados Unidos.

Objetos decorativos

Definitivamente Gio Ponti fue un hombre renacentista, pero nacido en 1891, pues similar a sus geniales compatriotas del Quattrocento y el Cinquecento, atendió múltiples vertientes creativas en roles diversos como el de arquitecto, artista, diseñador, promotor y docente.

Antes que todo fue un arquitecto fuera de serie, que extendió su pensamiento y quehacer hacia el interiorismo y el equipamiento de los proyectos que desarrollaba a través del diseño industrial, la artesanía y las artes decorativas. Este rubro es amplio en el inventario de El Cerrito, contando numerosas piezas de vidrio de autor provenientes de la famosa isla de Murano, como los floreros tipo fazzoletto de Fulvio Bianconi para Venini, pero también pertenecientes a las tradiciones industriales nórdicas, teniendo firmas como la de Timo Sarpaneva, Edward Hald, Vicke Lindstrand y Monna Morales. También están presentes los esmaltes realizados con Paolo de Poli, quien extendió la práctica del esmalte sobre metal a los objetos ornamentales para la casa moderna. Ponti lo conoció en 1934 y se convirtió en su promotor, iniciando en los años cuarenta el trabajo conjunto.

Por su parte, Ponti hizo algunas piezas figurativas en esmalte sobre cobre, como las efigies de animales –el caballo y el gato están presentes en la casa–, los diavoli y las frutas.

Y con la Cooperativa Cerámica D’Imola creó las «Botellas habitadas» (1948-1950), que son alegorías humanas en barro esmaltado. Estas figuras son una especie de matrioskas contenedoras que portan elementos diversos en su interior.

Si bien la huella y firma de Gio Ponti es omnipresente en Villa Planchart, la casa también alberga objetos y obras de otros diseñadores, pero sin discordar con la gran composición trazada por el arquitecto italiano, que Armando Planchart y su esposa Anala no dudaron en seguir fielmente, hasta el punto de crear una fundación para resguardar su valor patrimonial.

En el presente Villa Planchart se ha convertido en una referencia internacional de la modernidad en cuanto a la excelencia en el diseño, sabiduría técnica, calidad de los materiales y la filosofía del habitar como síntesis de las artes.